El contagio emprende su expansión de la mano de los trabajadores que van de plantío en plantío. Al principio parece un problema local, pero con el tiempo trasciende fronteras y océanos, y engulle al mundo entero. El contagio de R4t (la Raza 4 tropical del hongo Fusarium oxysporum) podría provocar una extinción masiva. Por fortuna, no enferma a los humanos, pero sí ataca nuestra fruta favorita: la R4t amenaza con aniquilar la banana Cavendish.

Es un tema delicado. Ya sea que les llamemos bananas, plátanos, bananos, guineos, maduros, cambures o gualeles, son una de las frutas más consumidas en el mundo. Y 99% de las bananas que se comen a nivel internacional son de la variedad Cavendish. La humanidad devora 80 millones de toneladas de plátanos Cavendish al año, lo que equivale a los frutos de cinco mil millones de árboles. La próxima vez que rebanes un plátano para acompañar el cereal o lo licúes para hacer un batido, recuerda que podría ser la última vez que lo saborees. La banana tal y como la conocemos podría pasar a la historia. Pero, por el lado positivo, la podría reemplazar por una variedad mejor y más sabrosa.

El brote de la enfermedad

A principios de los noventa, agricultores de Malasia e Indonesia empezaron a reportar que sus plantíos de banana Cavendish estaban muriendo por culpa de un patógeno desconocido. Además, la enfermedad se expandía a gran velocidad. Primero, las hojas de unos cuantos árboles se marchitaban y amarillentaban. Al cabo de un año, una tercera parte de la plantación se había infectado. Al siguiente año, la plantación entera había sido aniquilada.

Después de un tiempo se identificó al culpable: la R4t, un hongo que vive en la tierra y es capaz de sobrevivir ahí durante décadas, pues es inmune a los agroquímicos. El patógeno no tardó en extenderse a las naciones circundantes — China, Australia y Filipinas — para luego llegar a Asia Central y Turquía, probablemente adherido a equipo agrícola contaminado y a las botas de los trabajadores. En 2013 llegó a África, donde fue hallado en un plantío en Mozambique. Y en 2019 encontró su santo grial al llegar a Latinoamérica, el principal exportador de bananas del mundo, donde provocó que Colombia tuviera que declarar una “emergencia fitosanitaria”.

El nivel de alarma es justificable: la banana Cavendish es susceptible a la R4t y hay pocos tratamientos al alcance de los productores. Cuando la R4t ataca un plantío, los agricultores prefieren abandonar el terreno y empezar de cero en un lugar nuevo. Pero es cuestión de tiempo para que no quede un solo terreno sano donde se puedan plantar bananas Cavendish.

Esto se sabe porque ya ocurrió antes. A mediados del siglo XX, otra cepa de Fusarium, la Raza 1 tropical (R1t), atacó la banana Gros Michel, que en ese entonces era la especie de banana más consumida a nivel internacional. La R1t no tardó en extenderse por todo el mundo, así que en los años sesenta los productores de banana reconocieron su derrota y empezaron a cultivar banana Cavendish (que es media hermana de la Gros Michel, pues comparten una progenitora). Aunque no es tan carnosa ni tan sabrosa como la “Big Mike”, al menos es resistente a la R1t.

Pero esta vez las cosas podrían ser distintas. Con ayuda de tecnología de punta, la ciencia se está apresurando a diseñar una banana genéticamente mejor.

De cómo la banana Cavendish conquistó el mundo

En el mundo se cultivan más de 1000 variedades de bananas, pero casi todas son para consumo local y rara vez se distribuyen fuera de su país de origen. El mercado internacional, en cambio, está dominado por una sola variante. Para entender por qué la industria mundial del plátano terminó dependiendo de un monocultivo, resulta útil conocer un poco la historia — y la genética — de las bananas.

Las bananas fueron domesticadas hace alrededor de 7000 años, cuando los agricultores cruzaron variedades de bananas silvestres como Musa acuminata y Musa balbisiana. Algunas de las descendientes tomaron dos juegos de cromosomas de una progenitora y un tercero de la otra. Y, mientras que los frutos de sus ancestras estaban repletos de semillas no comestibles, la triploide domesticada con frecuencia producía frutas carnosas y sin semillas que eran ideales para consumir en cualquier lugar. La ausencia de semillas implicaba que eran estériles, de modo que la única forma de reproducir la planta era tomando esquejes de un espécimen existente, que es lo que en botánica se conoce como “propagación vegetativa”.

Es probable que todas las bananas que hayas comido en tu vida sean parientes — o producto de la propagación — de un puñado de plantas que William Cavendish, 6º Duque de Devonshire, crio en un invernadero inglés en 1834.

Por medio de este método, una planta puede convertirse en dos, en diez o en diez millones. Por ende, aunque vivas lejos de los trópicos, es probable que todas las bananas que hayas comido en tu vida sean parientes — o producto de la propagación — de un puñado de plantas que William Cavendish, 6º Duque de Devonshire, crio en un invernadero inglés en 1834.

Es probable que la platanera del Duque proviniera de China y hubiera sido llevada a la isla de Mauricio por comerciantes marítimos. En 1814, Gran Bretaña se apoderó de aquella isla, y la platanera fue uno de los incontables botines imperiales que viajaron a la sede del reino. Después de criarla con éxito en los invernaderos de Chatsworth House, se le denominó Musa cavendishii, en honor al Duque. Un esqueje llegó luego a Samoa, en el Pacífico Sur, y de ahí continuó su propagación por el mundo.

Una aventura de reingeniería genética

Por lo regular, cuando una enfermedad ataca las cosechas, algunas sobreviven gracias a su resistencia natural. Las productoras toman dichas supervivientes y las cruzan para generar variantes nuevas y más fuertes. Sin embargo, ningún árbol de banana Cavendish es resistente a la R4t por su falta de variabilidad genética. Y, por tratarse de una planta estéril, no hay forma de cruzarla con otra variedad de banana que sí sea resistente al patógeno.

Aun así, cerca del poblado de Humpty Doo, en el Territorio del Norte de la Mancomunidad de Australia, hay enormes y saludables hojas verdes de platanares Cavendish meciéndose como abanicos en un campo plagado de esporas de Fusarium. Se trata de uno de los múltiples plantíos operados por el Programa de Biotecnología Bananera de la Queensland University of Technology (QUT).

En 2012, un equipo liderado por James Dale, de la QUT, le insertó a la banana Cavendish un gen de un plátano silvestre que lo hace resistente a la R4t. En palabras de Dale, “El primer ensayo duró tres años y consistió en cuatro líneas que resultaron ser altamente resistentes. El ensayo actual consiste en plantíos mucho más grandes con líneas nuevas que han tenido los mismos resultados. Básicamente obtuvimos Cavendish que son inmunes o al menos muy resistentes a la R4t”.

No obstante, es improbable que las bananas a prueba de Fusarium que el equipo de Dale diseñó lleguen a nuestra mesa. “La modificación genética siempre ha sido controversial, en especial en Europa”, argumenta Dale, y añade que los cultivares modificados son más una red de seguridad que una solución. Insertar un gen foráneo implica que la Cavendish de Humpty Doo requeriría pruebas exhaustivas antes de poder salir al mercado. Pero para que el trabajo de Dale no se pierda en el espiral de las regulaciones fitosanitarias, su equipo de investigación y otros más están intentando activar una resistencia similar a partir del material genético propio de la Cavendish.

“Supongamos que encuentras una banana silvestre en el sureste asiático que posee un gen resistente a Fusarium”, dice Hervé Vanderschuren, profesor de mejora de cultivos de la KU Leuven, en Bélgica. “Hay dos opciones: tomar ese gen y transferirlo a la Cavendish. O decir, ‘En la Cavendish encontramos el mismo gen, pero no tiene las mutaciones adecuadas’, y entonces manipular el gen para que provea resistencia. Es como una evolución acelerada”, explica Vanderschuren.

Para modificar el genoma de la Cavendish, en el laboratorio de Vanderschuren usan una herramienta de edición genética muy precisa llamada CRISPR. De hecho, en su universidad se encuentra el banco genético de bananas más importante del mundo, el cual comprende miles de variedades. Puesto que muchas no tienen semillas que se puedan almacenar, se conservan diminutas plántulas vivas que requieren cuidados permanentes.

Por otro lado, Leena Tripathi está abordando el problema desde una perspectiva distinta: quitarle a la Cavendish los genes que incrementan su susceptibilidad a la R4t. Según esta biotecnóloga, “es más fácil hacer eso que activar un gen de resistencia”. Tripathi, quien trabaja en la sede de Nairobi del Instituto Internacional de Agricultura Tropical, afirma que el primer lote de platanares editados genéticamente está casi listo para su entrega. Puesto que la R4t aún no está presente en Kenia y es un patógeno que debe permanecer en cuarentena, las plántulas resistentes a R4t se deben enviar a países afectados para que los ensayos se lleven a cabo ahí.

Toma chango tu banana

Salvar la banana Cavendish no es solo un desafío científico. Vanderschuren señala que, “aun si mañana obtenemos una banana resistente, eso no significa que empresas como Dole y Chiquita vayan a venderlas”. De entrada, el público consumidor podría inquietarse al saber que la comunidad científica está alterando su tentempié favorito, incluso si dicho refrigerio es una pseudofruta estéril, mutante e hipermonocultivada.

Cualquier Cavendish resistente a la R4t tendrá que ser sometida a regulaciones. En 2016, el Departamento de Agricultura estadounidense anunció que no tenía intención de regular un champiñón modificado genéticamente con CRISPR para retrasar el marchitamiento, lo que abrió la puerta a alimentos transgénicos similares. Pero apenas en 2019 un juzgado de Unión Europea — el destino de un tercio de las bananas Cavendish que se producen en el mundo entero — determinó que los alimentos modificados con técnicas de edición genética de precisión tendrán que someterse a las mismas pruebas estrictas que las plantas modificadas genéticamente de forma convencional con ADN foráneo.

El público consumidor podría inquietarse al saber que la comunidad científica está alterando su tentempié favorito, incluso si dicho refrigerio es una pseudofruta estéril, mutante e hipermonocultivada.

“Cuando se trata de cultivos, el proceso de evaluación de riesgos es tan difícil de superar que acabó incluso con los transgénicos en la Unión Europea”, afirma Nigel Halford, especialista en cultivos de la organización agrícola Rothamsted Research. La ciencia es inherentemente política, y las normas europeas sobre modificación genética lo dejan en claro. Aunque las bananas editadas con herramientas de precisión tendrían que pasar pruebas de seguridad, curiosamente los cultivos que han mutado por exposición a rayos gamma — los cuales provocan miles de cambios genómicos desbocados — están exentos de restricciones.

Halford señala que el problema de permitir el ingreso de alimentos transgénicos a la Unión Europea dista mucho de estar resuelto: “Tal vez falta que solo tengamos dos posibles opciones — una banana modificada por medio de CRISPR o quedarnos sin bananas — para que las autoridades reconsideren el uso de estas tecnologías”.

Esto es esencial, pues la edición genética de bananas con tecnología CRISPR no solo pretende salvar la variedad Cavendish. Según Tripathi, “en varios países tropicales, el plátano es un alimento básico, como lo es la papa en Reino Unido”. Sus investigaciones están orientadas a mejorar el genoma de distintas variedades de banana de las que depende la supervivencia de millones de personas. Por su parte, Dale colabora con la Fundación Bill y Melinda Gates para desarrollar un plátano de cáscara dorada con niveles inusualmente altos de vitamina A y hierro. Su esperanza es que este cultivar ayude a preservar la salud visual de cientos de miles de menores de países en vías de desarrollo que pierden la vista por deficiencias nutricionales.

Irónicamente, la tecnología capaz de evitar la extinción de la variedad Cavendish podría también acabar con su reinado, pues abrirle camino a la edición genética de las bananas mejoraría variedades locales — como el plátano de isla peruano, de carne rosada, o el azul de java, que sabe a vainilla — y promovería su comercialización. “Creo que en diez años habrá más variedades de banana disponibles y el mercado será muy distinto”, argumenta Dale.

Si tienen éxito, las técnicas CRISPR que harían que la banana Cavendish fuera resistente a la R4t podrían utilizarse también con cultivares locales amenazados por este mismo hongo y brindar una mayor seguridad alimentaria a millones de personas, e incluso resucitar especies de banana extintas. “Espero que recuperemos la Gros Michel”, comenta Tripathi con nostalgia. “En lo personal, me gusta más que la Cavendish.”